Un cuerpo que respira a dos tiempos

En el instante suspendiendo de la búsqueda de humedad del manglar, está el encuentro del cuerpo, un segundo respiro, dos tiempos. En su baja marea ese territorio se expone ante lo que había sido reclamado por la tierra y el agua. Un cuerpo que brota de la profundidad y en las memorias. Agua contenida mientras se socava para su búsqueda, montículos de tierra que lo han cobijado, el reconocimiento nublado del encuentro con la materia protectora, un velo plástico que es parte de, la rigidez de la carne, la lentitud de su desvanecimiento, la resistencia en el tiempo y la piel fusionada entre tierra, agua, plastico, cuerpo y olor a manglar. Pero el manglar no retiene, el manglar retorna y solo espera ser arrasado por la corriente.

Manglar surge a partir de la experiencia personal de presenciar la exhumación de mi padre. En este proceso converge la relación con la tierra como cobijo, el agua estancada, el cuerpo inmerso y el plástico que lo envuelve. Tejiendo las memorias del instante con las maneras de existir de los ecosistemas de Mangle, como proceso de reivindicación ante el proceso de exhumación de quien deseo seguir existiendo en partículas de polvo, y lugar referencial de habitar el encuentro del río y el agua en el trópico. Esta experiencia se lleva al acto performativo en el río Manzanares, en la ciudad de Madrid, España, y se relaciona con imágenes de archivo contrastadas y difusas realizadas en el acto de exhumación. 

El proyecto navega en la relación ambigua entre el ser humano, la memoria y el territorio habitado, develando los encuentros y desencuentros de nuestros cuerpos con el entorno. Un cuerpo que habita e interfiere, que quiso ser polvo, pero al que el sistema le negó su disolución. Un cauce de agua que fluye siendo río hacia el mar, o se estanca y se convierte en fango. Un cuerpo de agua que es unión, es frontera y condiciona el paso entre dos lugares, momentos o espacios. Una materia que se transforma en manto y es elemento artificial.